No, la tarja no es el próximo paseo por el campo de los de MONTANEJA, ni  tampoco uno de los que ya hayamos hecho, ni siquiera uno de los que pueda estar  por hacer. La tarja es un palo rectangular (hexaedro) de madera de unos 30 a 40 cm. que  servía para ir “apuntando” mediante muescas en las esquinas los kilos de carne (u  otras mercancías) que se compraban en las tiendas. Su uso data de la Edad Media  y se extendió hasta mediados del siglo pasado.                                                             Veamos un testimonio sobre el uso de la tarja en Noguera de Albarracín:  "Yo recuerdo a la Tía Isabel, la madre de Ricardo, cuando tenía la carnicería y  yo iba a comprar; aunque ya se pagaba con dinero, todavía sobre los años 65-70,  había personas que usaban la Tarja.   Antiguamente y sobre todo en la época de la siega y como no había neveras  para conservar la carne, los vecinos que podían matar ovejas o cabras las  compartían con sus vecinos y para saber cuanto consumía cada uno, usaban la  Tarja para ir anotando lo que se llevaban. Una familia, mataba una res y la llevaba  a la carnicería, allí se pesaba y el propietario tenía derecho a consumir los kilos  netos que pesaba su res. Cada vez que algún vecino se llevaba un cuarto de carne,  se hacía una muesca en la tarja, cada dos muescas medio kilo. Cuando se acaba la  res, mataba otro vecino, que también tenía derecho a consumir los kilos que  pesaba su res. Los que no podían llevar reses, tenían que pagar con dinero. De esta  forma, la res era consumida por muchas familias y siempre había carne fresca que  no se echaba a perder.                                                                                 Lo que no sé es lo que cobraba la carnicera por hacer el trabajo de repartir la  carne.   En nuestra sociedad actual, suena extraño esta forma de funcionar, pero... ¿a  que sería bonito que volviéramos a tener esa confianza entre las personas?"   La tarja para los de Montaneja es esa madera simbólica que nuestros hijos  llevan en su interior y en la que van haciendo una muesca cada vez que hacemos  un paseo por el campo, intercambiando nuestros gustos, deseos, iulusiones y  pasiones.  ¡Qué bonita es la vida, cuando queremos vivirla sencillamente!